martes, 2 de abril de 2013

Declaración de Friburgo: «Las ondas son un problema de salud pública»


Médicos alemanes exigen en junio de 2012 medidas cautelares

Más de 1.000 profesionales han firmado el «Llamamiento de Friburgo» en el año 2002. Se ha traducido a muchos idiomas. Más de 36.000 personas en todo el mundo apoyan a esta declaración sobre los peligros de las ondas.

Declaración de Friburgo:


Realizada por IGUMED (Asociación Interdisciplinar para la Medicina Ambiental)
Bergseestr. 57. 79713 Bad Säckingen (Alemania)
Firmada por 22 médicos el 9 de octubre de 2002.

Como médicos en ejercicio de todas las especialidades, en particular de la medicina medioambiental, y seriamente preocupados por la salud de la población, nos dirigimos a los colegas, a los responsables de sanidad y de la política, así como a la opinión pública.

En los últimos años, observamos entre nuestros pacientes un dramático aumento de enfermedades graves y crónicas, en particular:

  • Trastornos en la capacidad de aprender, de concentrarse y del comportamiento en los niños (por ejemplo, hiperactividad).
  • Descontrol de la presión arterial, que cada vez resulta más difícil tratar con medicamentos.
  • Trastornos en el ritmo cardíaco .
  • Infartos y apoplejías en personas cada vez más jóvenes.
  • Enfermedades cerebrales degenerativas (p. ej. Alzheimer) y epilepsia.
  • Cánceres como leucemia y tumores cerebrales.

Observamos, además, la aparición cada vez más frecuente de diversos trastornos que a menudo se diagnostican erróneamente como psicosomáticos. Limitándonos a los síntomas más frecuentes, mencionaremos:

  • Dolores de cabeza y migrañas.
  • Cansancio crónico.
  • Inquietud interna.
  • Insomnio y cansancio diurno.
  • Zumbidos en los oídos.
  • Inmunodeficiencias.
  • Dolores neurológicos y de tejidos blandos que no resultan explicables por las causas habituales.
Como generalmente conocemos el entorno en que viven y las costumbres de nuestros pacientes, vemos con frecuencia creciente, sobre todo tras interrogarles intencionadamente, una clara relación temporal y espacial entre la aparición de estas dolencias y el comienzo de una irradiación de microondas que se presenta de diversas formas:

  1. Instalación de antenas de telefonía móvil en la proximidad de los pacientes.
  2. Uso intensivo de teléfonos móviles.
  3. Adquisición de un teléfono inalámbrico para usarlo en la casa o en la vecindad.
Ya no podemos creer en una coincidencia puramente casual, debida al azar, pues: 


  • Con demasiada frecuencia observamos una llamativa concentración de determinadas enfermedades en zonas o edificios irradiados con microondas.
  • Con demasiada frecuencia mejora la enfermedad o desaparecen dolencias que se prolongaban meses y hasta años, poco tiempo después de reducir o eliminar la irradiación con microondas.
  • Con demasiada frecuencia se confirman nuestras observaciones con las mediciones de campos electromagnéticos realizadas in situ.

Apoyándonos en nuestra experiencia cotidiana consideramos que la tecnología de la telefonía móvil introducida en 1992 y que ya cubre casi todo el territorio, así como los teléfonos inalámbricos (Norma DECT) que se pueden comprar desde 1995, son uno de los desencadenantes esenciales de este fatal desarrollo. Ya nadie se puede librar del todo de las microondas pulsantes. Éstas incrementan el riesgo de la acción de factores químicos y físicos ya existentes en el medio ambiente, sobrecargan adicionalmente el sistema inmunológico y pueden acabar con los mecanismos de regulación que hasta ahora hacían de contrapeso. Especialmente amenazados se encuentran las embarazadas, los niños, los adolescentes y las personas mayores y enfermas.

Nuestros esfuerzos terapéuticos para restablecer la salud son cada vez más infructuosos. Pues la libre y continua penetración de las radiaciones en lugares de residencia y trabajo, especialmente en dormitorios y habitaciones de niños, que consideramos lugares extraordinariamente importantes para relajarse, regenerarse y curarse, causa tensión ininterrumpida e impide una recuperación sólida del enfermo.

A la vista de este inquietante proceso consideramos nuestro deber comunicar a la opinión pública nuestras observaciones, sobre todo después de oír que los tribunales alemanes consideran como puramente hipotética la posibilidad de que la telefonía móvil cause daños a la salud (véanse las sentencias de la primavera del 2002 del Tribunal Constitucional de Karlsruhe y del Tribunal Administrativo de Mannheim).

¡Lo que en nuestra práctica cotidiana presenciamos dista de ser hipotético! Consideramos el número creciente de enfermos crónicos también como una consecuencia de una política irresponsable de fijación de límites, que, en vez de proteger a la población de los efectos a corto y largo plazo, se somete a los dictados de una tecnología de cuya peligrosidad se tiene ya suficiente constancia. Para nosotros se trata del comienzo de un proceso muy serio que amenaza la salud de muchas personas.

Ya no esperamos nada de nuevos e irreales resultados de la investigación, que según nos muestra la experiencia están influenciados reiteradamente por la industria, mientras se ignoran estudios con fuerza probatoria. ¡Consideramos apremiante y necesario actuar ya!.

Como médicos somos sobre todo los abogados defensores de nuestros pacientes. En interés de todos los afectados, cuyo derecho fundamental a la vida y a la integridad física están ahora en juego, dirigimos este llamamiento a los responsables políticos y sanitarios para que apoyen con toda su influencia nuestras reivindicaciones:

Nuevas técnicas de comunicación compatibles con la salud y valoración independientes de sus riesgos, especialmente ante de su introducción.

  Y como medidas inmediatas de transición:

Reducción masiva de los límites, de las potencias de emisión y de la irradiación por microondas hasta valores biológicamente defendibles, sobre todo en dormitorios y lugares donde uno se recupera.

Congelar el desarrollo de la tecnología actual de la telefonía móvil, para que la irradiación que ya se padece no se multiplique.

Derecho de la población y de los municipios a participar en la colocación de las antenas, cosa que debiera darse por supuesta en una democracia.

Informar a la población y sobre todo a los usuarios de teléfonos móviles, de los riesgos sanitarios de los campos electromagnéticos para que los usen sabiendo lo que hacen y prohibición de los móviles para niños y limitación del uso para adolescentes.

Prohibición del uso de móviles y de teléfonos inalámbricos (DECT) en guarderías, colegios, hospitales, residencias de ancianos, actos públicos, edificios públicos y transportes públicos de manera análoga a lo que se ha hecho con el tabaco.

Zonas libres de móviles y de antenas, análogas a las zonas peatonales o libres de coches.

Reelaboración de las normas DECT para teléfonos inalámbricos con el fin de reducir la intensidad de irradiación y limitarla al tiempo real de uso, evitando la pulsación que es lo crítico desde un punto de vista biológico.

Investigación independiente de la industria que considere por fin los abundantes resultados de investigadores críticos y nuestras propias observaciones médicas.


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